El 30 de Julio de 1930 -hace exactamente 88 años- en el Estadio Centenario de Montevideo se disputaba la final de la 1ª Copa del Mundo de Fútbol entre Uruguay y Argentina.
Los dos colosos del Río de la Plata se veían las caras nuevamente, después de que dos años atrás se disputaran el oro olímpico en Amsterdam 1928, con victoria para los celestes 2 a 1.
Esta era la gran oportunidad de revancha para los argentinos, ganarle al campeón olímpico en su propia casa era el gran desafío.
Unos 68.346 espectadores presenciaron ese día la gran final, entre ellos unos 8.000 o 9.000 argentinos que cruzaron desde la otra orilla.
La hora señalada para el pitazo inicial del belga John Langenus eran las 14:15. Las puertas del estadio se abrieron 6 horas antes para que la Policía hiciera un estricto control de quiénes ingresaban, ya que se temía lo peor, debido a la gran rivalidad entre ambos seleccionados.
La previa incluso estuvo convulsionada, algunos jugadores argentinos como Luis Monti habían sido amenazados, y se dudaba su presencia, ya que en su círculo íntimo había dicho que no jugaría el partido, aunque después fue convencido para que si lo hiciera.
Uruguay arrancó mejor en el partido, y Pablo Dorado a los 12 minutos desataba la algarabía. Pero los argentinos no se amilanaron y llegaron al empate sobre el minuto 20 por intermedio de Peucelle.
Los locales mandaban en el terreno de juego, pero Argentina era muy efectivo, y en otra contra consigue el 2-1 a los 37 por intermedio del goleador del torneo, Guillermo Stábile.
En el descanso se respiraba un aire raro en el vestuario argentino, Monti había hecho muy poco en la primera parte, no estaba jugando, y si bien se iba ganando, no habían hecho mucho por la victoria.
El defensor Fernando Paternoster dijo al parecer a sus compañeros antes de salir a jugar el segundo tiempo: «Mejor que perdamos, si no aquí morimos todos».
Para la segunda parte el equipo uruguayo dirigido por Alberto Supicci consiguió la igualdad a los 57 minutos por parte del «Vasco» Pedro Cea, y a los 68 el «Canario» Santos Iriarte anotaba el 3-2.
Argentina había desaparecido por completo del partido en esos segundos 45 minutos. Los celestes dominaban y a un minuto del final el «Manco» Héctor Castro ponía el 4-2 definitivo en el marcador.
Uruguay se consagraba campeón del primer mundial, y confirmaba que era el mejor seleccionado del mundo, tras haberse consagrado también campeón olímpico en Colombes 1924 y Amsterdam 1928.
Antony Callero.